Cuando tu cuerpo te habla, pero que no lo escuchas

Nacida un 26 de octubre

Nací un 26 de octubre. Hoy es mi cumpleaños. El tiempo pasa y nosotros avanzamos con él. Cada año, en esta misma fecha, inconscientemente hago un pequeño resumen de lo vivido y el camino recorrido.

Con 41 años, soy un banal ejemplo de lo que la sociedad espera de nosotros. Estoy felizmente casada, tengo 3 hijos, vivo en una casa y tengo un trabajo que me gusta. Banal no significa que no sea excepcional. Cada experiencia y cada decisión, han hecho de mi recorrido algo único y ahí está la magia.

El año pasado, cuando cumplió los 40, hice el mismo análisis. Me sentía un poco más estresada, por culpa de la obra, el cambio de vida. El estrés, el cansancio emocional y físico.. Un cocktail molotov que acabo por estallarme en la cara.

 

TU CUERPO DE MANDA MENSAJES

Tu cuerpo te manda mensajes y los oyes, pero no los escuchas atentamente. Sigues con tu vida, cómo si todo fuera normal y a ti no te afecta. Pero a veces, el cuerpo te obliga a escucharlo porque ya no puede más. Esto fue lo que me paso y te lo cuento en las siguientes líneas.

El gran cansancio

Este verano os contaba en Instagram mi gran cansancio. Un cansancio que me impedía seguir con mi vida normal. Os aseguro, que fue muy violento. Andaba borracha todo el día, me costaba hablar, los párpados siempre pesados y cualquier esfuerzo era cómo subir al Everest.

A veces me decían de bajar el ritmo, pero cuando tienes que avanzar con las obras de casa y tienes que auto-financiarlo, te aseguro que estas bien contento de tener mucho trabajo. Así que, a pesar de todo, intenté aguantar y seguir con el ritmo intenso.

Entonces volvieron a aparecer las anginas de forma repetida. Y no pequeñas, más bien de las que te dejan K.O durante una semana o 15 días. A veces, no podía hacer otra cosa que estar en la cama y otras, me tocaba trabajar con cuchillos en la garganta y la fuerza de un pajarito, porque tenía trabajo.

Tampoco me olvidaré del gran momento, en febrero, de mi fractura en el pie. Al fin pude aprender a andar con muletas (gran momento de felicidad). Imaginaros el cuadro : una fractura, trabajo, seguimos forzando, nada de descanso, anginas y en julio cuando por fin puedes descansar, tu cuerpo te dice CIAO BAMBINA ¡

Tenía que hacer algo, pero no sabía por dónde empezar.

Por mi punto débil : las anginas. Desde que tengo memoria, siempre he tenido anginas. Invierno, verano, primavera, verano… no importa la temporada, siempre he tenido anginas. Y no por ello me he acostumbrado a ellas. Por supuesto, si además fuerzo un poco la máquina o tengo un disgusto, no faltan nunca. Con el tiempo, he indagado bastante y querido entender, más allá del diagnóstico del médico -que me ha atiborrado de antibióticos durante todos estos años para evitar lo peor- y la conclusión es que, cuando te cuesta tragar, que las anginas doblan su volumen, es que algo o alguien se queda atragantado. Por lo visto, aún tengo mucho trabajo, para conseguir soltar un poco. En mi caso, cuando no quiere pasar, no pasa. Lo peor, es que ya lo he entendido, pero no lo consigo.

Antes y después

Será en el mes de mayo, en una de mis visitas express al País Vasco, que vuelvo a ver a Marina y que me habla de este médico. El médico que marcará un antes y un después en mi vida. Una revelación. Cuando lo llamo para coger cita y le explico mi problema de anginas, enseguida lo relaciona con los intestinos. Los intestinos, segundo cerebro del cuerpo, que gestiona mucho más que la digestión. En realidad, es incluso el corazón de nuestras emociones.

En julio, tras una cita de casi tres horas, me manda hacer varios análisis diferentes y muy completos. Además, me propone de hacerme el test de las intolerancias alimentarias. Habían 3 opciones con diferentes precios. Pero cómo quería saberlo todo, hice el más completo.

A principios de agosto, recibo los resultados y la gran sorpresa : soy intolerante a más de 20 alimentos, con diferentes niveles de intolerancia. Esta es una muestra de alimentos con una alta intolerancia : la clara de huevo, las avellanas, la semillas de girasol, la cebada (adiós cerveza), los guisantes (¿??), los rábanos, los pistachos, la leche de vaca, de oveja… Sólo con esto, ya tengo para cambiar toda mi alimentación ¡

El médico hizo la conexión entre mi alimentación y mis anginas. Todos estos años de dolores abdominales, molestias, la sensación de estar siempre hinchada… Resultado : un intestino irritado y un hígado que grita SOS. Más una serie de problemas derivados, entre ellos, las anginas, un carácter irritable, gran cansancio y un montón de etc, etc…

Desde el mes de agosto, he quitado de mi dieta todos estos alimentos, esos de los que soy súper intolerante. Los demás, los consumo, pero con moderación. El pan y el azúcar también se han hecho excepcionales. Pero al menos, ahora, entiendo. He tenido que aprender a cocinar de otra forma, sin huevos, sin crema, he tenido que adoptar nuevas costumbres alimentarias. Dos meses y medio más tarde, no os imagináis el cambio! Mucho menos cansada y de momento, ni una sombra de anginas ¡

Toutes les infos

41 años. Me parece que es un buen momento para cuidarme. También pienso que nunca más podré volver atrás en lo que tiene que ver con la comida. Poco a poco, vuelvo a integrar algunas cosas, pero de momento, soy muy prudente. Ahora, mi otro challenge sería de hacer un poco de ejercicio, para fortalecer mi cuerpo y darle un homenaje, que bien se lo merece, no ¿

Espero que mi experiencia os ayude a escuchar vuestro cuerpo con mucho mimo y atención y sobretodo, a ir más allá del simple diagnóstico médico. Si habéis llegado hasta aquí, os mando un beso fuerte y hoy brindaré a mi salud y a la vuestra ¡

Lois

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *